Proyecto de expresión y espacio para la tecnología, cultura, empresa, estética y humanidades en general 6 de diciembre de 2013 - ¡Ay!. ¡Cómo me pica la pierna!.  Comentó en voz alta un señor que estaba sentado a mi lado, en el metro. Noté cómo se  agachaba y se empezó a rascar, primero tímidamente, con energía después. - ¡Aggg!  Casi gritó, y mirándome directamente, con cara de desesperación, comentó: - ¡No lo puedo resistir!. ¡Ayúdame!.  Le miré sorprendido, ¿No querrá que sea yo quien le rasque la pierna?. ¡Pero qué morro!,  pensé. Entonces, en lo que me pareció un intento para aliviar su picor, se subió la pernera del  pantalón, dejó al descubierto una bonita y evolucionada prótesis de pierna, y empezó a  frotarla con la mano. A la par de este gesto cerró los  ojos y se puso a respirar pausada y profundamente. Se  notaba que estaba tratando de relajarse. - Perdona. - Me dijo.  - Pero a veces cuando comienza el picor me pongo  nervioso y pierdo el control. ¡Uff!.  Y en menos de un segundo mi pensamiento pasó  desde la broma a la locura. Empecé a dudar si este  individuo me estaba gastando una broma o estaba mal  de la azotea. Bueno, decidí entrar al trapo y le  comenté: - Debe ser un agobio que te pique una pierna que  realmente no tienes. - ¡Vaya que lo es!. Cuando yo tenía la pierna de verdad, la natural, cuando me rascaba, me  aliviaba, pero ahora, eso no alivia. Sí, sé que parece raro, pero aunque sea una pierna  artificial, también me pica y sólo puedo calmarme si me relajo adecuadamente, y no siempre  funciona. - ¡Pues parece una maldición!.- Le dije.  - Sí. Es como si esta prótesis tuviera vida propia, y quisiera hacerme la vida imposible. - Me  dijo. - Tengo que hacer frente continuamente al fantasma de mi pierna. Pero los picores no es  lo peor. - ¿Ah, no?.  - ¡No!. Lo peor es cuando empieza a dolerme. - Pero, ¿también te duele?.  - ¡Y mucho!. Es un dolor intenso, prolongado y que no se quita fácilmente. En alguna ocasión  me tomo analgésicos fuertes, por supuesto, recetados por mi médico, y algo se logra, pero es muy difícil.  - Lo siento. - Le dije, en un intento de calmarle, y sin saber  qué más decir. Todavía no estaba seguro de si me estaba  vacilando, estaba de la azotea o quizás, su anterior pierna se  convirtió en un fantasma que le perseguía y atormentaba. Parecióme que lo percibió, y siguió hablando.  - ¿Sabes esa sensación de hormigueo desagradable que  aparece cuando se "duerme una pierna"?. Pues también lo  tengo, y también en la pierna que me falta. No sé cómo debía haber sido mi expresión, el caso es que le  pareció divertida y se carcajeó. La situación ya me parecía  incómoda, y deseé con más ahínco que llegara mi parada y  despedirme. En estas estaba mi mente cuando se levantó diciéndome: - Bueno, encantado de charlar contigo, esta es mi parada. ¡Menos mal!, pensé, y ante un resoplido, se perdió de mi vista.  Con esta pequeña historia, y en un tono de humor, pretendo reflexionar sobre una realidad clínica que se denomina el  "síndrome del miembro fantasma". Sí es cierto, aunque no es muy frecuente, los síntomas indicados en esta historia, y  otros más, existen. Y esto puede ocurrir en cualquier parte del cuerpo que haya sido amputada: extremidades, dientes, lengua, orejas,   mamas, pene, etc. Y las sensaciones pueden ir desde el hormigueo, picor, dolor, sensación de movimiento, hasta el   cambio de posición, tamaño y forma.  De todas estas sensaciones, la de más difícil tratamiento es el dolor, también denominado dolor fantasma. Parece ser que  las estrategias más prometedoras que se están utilizando para su alivio consisten en un tratamiento mixto de técnicas  anestésicas, analgésicas y psicológicas. Entre las dos primeras se encuentra el uso de opioides, antidepresivos,  antiepilépticos o la estimulación espinal o la de nervios periféricos. Entre las técnicas psicológicas se encuentran el uso de  psicoterapia, hipnosis, biofeedback, terapia cognitivo-conductual, técnicas de relajación orientadas básicamente al control  de la depresión, estrés y ansiedad.  Parece que recientemente (desde los año 90) se está aplicando una técnica psicológica con bastante éxito, derivada de  investigaciones sobre las posibles causas del dolor fantasma. Sobre las posibles causas, hay varias teorías, aunque  ninguna definitiva, pero hay una que parece tener la mayor aceptación y se basa en el concepto de la propiocepción y del  homúnculo motor. Veremos qué es eso. Imaginemos que estamos realizando una tarea sencilla, tal como charlar tranquilamente con unos amigos, sentados  alrededor de una mesa en nuestro bar favorito. De pronto escuchamos desde la barra que la ración de calamares que  hemos pedido ya está lista, nos levantamos de la silla, nos acercamos a la barra, recogemos el plato repleto de calamares  y la cestita con pan y los tenedores. Volvemos y dejamos la ración pedida sobre la mesa y nos sentamos en la silla.  Damos buena cuenta de los calamares y de vez en cuando un sorbo de una jarrita de cerveza bien fría.  Bien, pues para realizar toda esta conducta, se han activado  múltiples conexiones entre los sistemas perceptivos y la  unidad central de proceso, que es el encéfalo. Hemos oído la  llamada de que los calamares están listos y esa información  es procesada y el cerebro envía las órdenes oportunas a los  músculos para iniciar el movimiento. Hemos visto la  ubicación de nuestro aperitivo y el cerebro da órdenes muy  precisas para alcanzar tan apetitosas viandas y volver con  cuidado a nuestro lugar en la mesa. Hemos olido los  calamares y eso ha aumentado nuestro apetito, además  hemos saboreado la cerveza que junto a los calamares nos  ha sentado estupendamente. Pero nuestro sistema perceptivo es mucho más amplio que los  cinco sentidos habituales. Para la tarea tan simple de llevanos la jarra de cerveza a la boca, el cerebro debe conocer en  cada momento la ubicación exacta de la jarra, la fuerza con la que la agarramos, la situación espacial de cada músculo  implicado en el movimiento, la trayectoria realizada y la que se espera realizar. El grado de tensión o extensión de cada  músculo, el nivel de equilibrio alcanzado en el caminar, como se están coordinando los movimientos, etc.  Como vemos, existe un "cableado", una red de circuitos que conectan todos los músculos con la parte correspondiente del  encéfalo y que estos circuitos están constantemente activos. Esta información que se le envía al cerebro sobre el estado y  lugar de cada músculo, se le considera un sentido y se llama propiocepción, es decir "percepción propia", o "percepción de  dentro de nosotros". Bueno, ¿y dónde están estos "cables"?. Pues estos "cables" conectan cada parte del cuerpo con la parte correspondiente  del cerebro, y por parte correspondiente del cerebro quiero  decir que existe en el cerebro una parte específica para cada  miembro, y sólo para él. Pues sí, en realidad existe un mapa  cerebral en el que se presenta una asociación del cortex con  los miembros del cuerpo. Este mapa es proporcional a la  importancia adaptativa de cada parte del cuerpo ya que, por  ejemplo, la parte del cortex cerebral implicada en el  movimiento del dedo pulgar es significativamente mayor que  la parte del cortex implicada en el muslo. Incluso en diferentes  personas el cortex puede diferir para el mismo miembro, por  ejemplo, el tamaño del cortex cerebral para la mano de un  pianista no es el mismo que para un tenista. A este mapa se le  denomina homúnculo motor. Pues teniendo en cuenta los conceptos de propiocepción y de  homúnculo motor, ya podemos hacernos una ligera idea de  qué pasa con la amputación de un miembro: Se pierde el  miembro, pero se mantienen tanto el "cableado" como el mapa motor cerebral u homúnculo motor.  Según una de las teorías más aceptadas, el cerebro no sabe que el miembro ya no existe, de hecho no tiene forma de  saberlo, porque la zona del cortex donde ese miembro tiene representación sigue existiendo. Cuando el cerebro planifica  un movimiento, cuenta con la existencia del miembro, por lo que le envía las órdenes oportunas, pero al mismo tiempo  también espera, en virtud de la propiocepción, información del mismo miembro sobre su posición, movimiento, etc.  Evidentemente, la información que espera no le llega. Además, como el "cable" que le conectaba sigue existiendo, en  ocasiones viaja a través de él información hacia el cerebro, información que normalmente es incompatible con lo que el  cerebro espera recibir. Como consecuencia de esto, pongamos que el cerebro pierde toda referencia y "se vuelve loco", no  sabe cómo actuar y a veces lo hace con dolor, sensación de hormigueo, picor, etc.  Resumiendo, según esta teoría, al cuerpo le falta el miembro, pero el cerebro no lo sabe, por lo que las señales que  espera recibir, o no las recibe, o no son las que espera, no sabe cómo interpretarlas por lo que a veces actúa "enviando"  dolor, picor, etc. Dejemos ahora a un lado el miembro fantasma y vayamos un momento a un experimento famoso que no deja de ser  sorprendente. En términos generales es el siguiente: imaginemos un individuo cuya mano derecha está bajo la mesa y  encima de la mesa hay una mano de goma. El individuo tiene un campo visual reducido de tal manera que se centra en la  visión de la mano de goma encima de la mesa. El experimentador estimula al  mismo tiempo la mano derecha que está bajo la mesa y la mano de goma,  justo en el mismo punto. Debido a la arquitectura del cerebro y su cableado  interno, se consigue hacer creer al individuo que la mano de goma es  realmente su propia mano. Tanto es así que si el experimentador golpea con un  martillo la mano de goma, el individuo retira rápidamente su mano real.  Variaciones de este experimento, se ha logrado hacer creer a un individuo sano  que tenía tres manos. Estos experimentos prueban que la realidad es  totalmente subjetiva y dependiente de nuestros sistemas perceptuales y de la  interpretación que el cerebro hace de estos.  En este punto ya podemos tener una idea de en qué consiste esa terapia de carácter psicológico que alivia en gran parte  el dolor fantasma. Consiste en intentar alinear las señales entre el cerebro y el miembro fantasma, utilizando una  estrategia similar a la ilusión de la mano de goma.  La técnica se denomina "terapia en espejo" y es una técnica conocida desde los años 90. Utiliza los conocimientos sobre la  propiocepción, homúnculo motor y la ilusión de la mano de goma. A grandes rasgos consiste en poner un espejo en la  línea media del cuerpo, ocultando el miembro mutilado y presentando la  imagen del miembro sano. Al mover o estimular el miembro sano, da la  sensación de que es el miembro amputado el que se mueve o es  estimulado, consiguiendo "engañar" al cerebro, del mismo modo que se  hacía con la mano de goma.  Muy, muy interesante esta terapia, donde muestra cómo por técnicas  exclusivamente psicológicas se pueden lograr buenos resultados para el  control del dolor en pacientes con miembros amputados. Además, sirve  como ejemplo de cómo la psicología científica y la psicología aplicada  conviven en armónica simbiosis, tal como ya comenté en otro artículo. 
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